Cuatro que hablan sobre el mismo tema no necesariamente son cuatro que debaten en el sentido de discutir un tema con opiniones diferentes. Ricardo Bussi (Fuerza Republicana), Ariel Osatinsky (Frente de Izquierda de los Trabajadores), Osvaldo Jaldo (Frente Justicialista por Tucumán) y José Cano (Cambiemos por el Bicentenario) más bien practicaron la segunda acepción del verbo “debatir”, y lucharon y combatieron sin tregua. El clima beligerante se impuso en “Panorama Tucumano”, el ciclo televisivo de LA GACETA, aunque alternativamente un postulante u otro recordase -y se recordara- que el día después de las elecciones iban a tener que trabajar juntos, ganara quien ganara.
En armonía con la crispación imperante, los políticos apenas se miraron entre ellos. Al inicio del programa, cada quien parecía en su mundo-atril: Cano sonreía a sus asesores; Bussi se miraba las manos; Jaldo estaba como ausente y Osatinsky, inmóvil y neutro. Recién comenzaron a reparar en el vecino durante el desarrollo de la consigna relativa a “educación”, cuando el postulante de Fuerza Republicana desafió a sus contrincantes. Las alusiones cruzadas se desataron en el segmento dedicado a la corrupción. Jaldo pidió “autoridad moral”, y mostró su primera pancarta con imputaciones contra el presidente Mauricio Macri y compañía. Osatinsky y Bussi coincidieron por primera vez al referirse a Julio De Vido: el primero para anunciar que está a favor del desafuero, el segundo para inquirir a Jaldo, a quien llamó “amigo”, si iba o no a soltar la mano al más poderoso de los ministros kirchneristas. En este punto, Cano introdujo sus palabras-fetiche: habló de la “matriz” corrupta en vías de desmantelamiento.
Los reproches recíprocos afloraron a granel en la primera instancia de debate libre, donde los postulantes debían “autodisciplinarse” a lo largo de 10 minutos que, por la indisciplina general, parecieron una eternidad. Cano ganó el micrófono y se abrió paso “a los codazos” verbales mientras Osatinsky, enfurecido, le reclamaba la palabra. Ese fue el punto de partida de un griterío que, con matices, los envolvió a todos, aunque Bussi intentaba distinguirse en la bulla tildando a sus oponentes de “chiquilines que peleaban como perros y gatos”. En esa contienda, Osatinsky atacó a Jaldo por los $ 615 millones destinados a gastos sociales legislativos durante 2015, y Jaldo le respondió que le preguntara a Cano, y a la número dos de la lista de Cambiemos, Beatriz Ávila, que habían sido legisladores. Para entonces, cada cual hablaba solo y a lo sumo reclamaba la atención de los que tenían a mano. Cano y Jaldo tocaron los brazos de Osatinsky, y Jaldo, que estaba ubicado entre aquel y Bussi, dijo sentirse entre la derecha y la izquierda.
Durante el corte publicitario los candidatos tomaron agua y aire para continuar la batalla en el siguiente bloque. Aunque Carolina Servetto y Federico van Mameren, periodistas de LA GACETA, volvieron a llamar al diálogo, el segundo debate libre reeditó la trifulca del primero. Cano volvió a tomar la delantera y golpeó a Jaldo con las cloacas que faltan a Trancas, pago del vicegobernador con licencia. Bussi mostró las manos a la cámara y dijo que las tenía limpias, y dos veces afirmó que “increíblemente” coincidía con Osatinsky respecto de que Jaldo y Cano representaban intereses parecidos. Molesto, Osatinsky “cobró” al republicano las cuentas de Suiza de los años 90. Enardecidos, Cano dijo “mentiroso” a Jaldo y este le espetó: “¡sos un perdedor!”. En el estudio, los asesores alentaban a sus postulantes con pulgares levantados. En principio, el griterío no escandalizó a nadie.
Al momento de escoger una pregunta formulada por la audiencia, cada cual tomó la que podía capitalizar mejor. Jaldo volvió a presentarse como el defensor de la provincia frente a la Nación; Osatinsky levantó la bandera de los jubilados, y Cano y Bussi retomaron la cuestión “De Vido”: el primero para despotricar contra los diputados aliados a Jaldo que votaron en contra de la expulsión del ex ministro y el segundo para arremeter contra la Cámara de Diputados que es “una guarida de forajidos”.
No hubo lugar para hablar de las virtudes del otro. Osatinsky se diferenció como el único de los cuatro que no había ocupado un cargo público electivo y recordó a Santiago Maldonado; Cano dirigió los cañones a Jaldo y lo caracterizó como una síntesis perfecta del kirchnerismo; Bussi reconoció que la política se había ensuciado y convocó a actuar como equipo, y Jaldo, quien interrumpió varias veces al líder local de Cambiemos, exigió soluciones concretas y dejar de perder el tiempo en peleas. Así, entre palabras hirientes y buenos deseos, el debate se apagó... hasta 2019.